La Orden Hospitalaria

Somos una organización de carácter canónico sin ánimo de lucro, regida y orientada por el carisma de la Hospitalidad, con más de 400 años de experiencia en el mundo y presencia en 55 países; en Colombia, desde hace cerca de 100 años somos pioneros en la atención de salud mental,  a través de una red de profesionales y clínicas. Trabajamos basados en la Hospitalidad, la Calidad, el Respeto, la Responsabilidad y la Espiritualidad.

Historia de la Orden Hospitalaria

La tradición ubica su nacimiento en Montemos-o-Novo (Portugal) un 8 de marzo de 1.495, si bien se cree que pronto se trasladó a España hospedándose en Oropesa (Toledo) en donde se dedicó al cuidado y pastoreo de ganado, ya que fue su primer oficio.

En dos ocasiones sale de allí para incorporarse en la vida militar, iniciando un proceso de búsqueda que lo lleva a regresar a Portugal; después se traslada a Sevilla, y posteriormente llega al Norte de África. La etapa inicial de su vida es confusa y se disponen de pocos datos.

Es en 1538, cuando vuelve a España y se instala en Granada, ejerce el oficio de librero que en la época suponía la vida de contacto en la calle y con libros de tipo religioso. Una fecha especial es el 20 de enero de 1.539, cuando tras asistir a la Ermita de los Mártires y escuchar la predicación de Juan de Ávila, se pone en evidencia su proceso de conversión; demostrando de esta manera una fuerte reacción de disconformidad ante lo que veía en la calle, la pobreza y sufrimiento de muchas personas. Su enajenación es tomada como locura y por este motivo es recluido en el Hospital Real de Granada donde tras contemplar el trato y situación de los enfermos intuye su gran contribución, pidiéndole a Dios que cuando salga pueda disponer de un Hospital donde las personas reciban otro tipo de trato.

Con el apoyo y acompañamiento de San Juan de Ávila, empieza a perfilar su acción hospitalaria, recogiendo y atendiendo a cuantos encuentra en la calle. Los recursos con los que contaba eran propios, de igual manera las limosnas que conseguía de las personas de buen corazón; exteriorizándolo así: “Hermanos, haceos bien a vosotros mismos”.

Su obra creció con rapidez, la manera de atender a las personas enfermas y desvalidas promovió a que surgieran otras personas que acompañarían su labor, aunque sus primeros compañeros fueron libros de tipo religioso.

La obra inicial de San Juan de Dios, la podemos sintetizar en los siguientes puntos:

  • Especial sensibilidad humano-cristiana y social, saliendo al encuentro de las personas necesitadas.
  • Sin condición alguna para asistir al necesitado, actuando con absoluta integridad. “Todo necesitado tiene derecho a ser atendido”.
  • Desarrollo de una asistencia cualificada en la medida de sus posibilidades, reuniendo criterios y métodos de atención líderes para la época.
  • Solicitaba recursos a toda la sociedad, sin distinción alguna.

Orden Hospitalaria en el Mundo

Desde Granada (España), lugar donde nació en 1537 a partir de la persona de Juan Ciudad, la Orden desarrolla y transmite un proyecto de asistencia que ha variado mucho en sus formas y expresiones, pero que mantiene como eje central la acogida y atención a personas enfermas y necesitadas en todo el mundo.

Nuestra Orden Hospitalaria se encuentra hoy presente en 50 países de los 5 continentes, tenemos unas 400 obras apostólicas.

Habiendo recibido como herencia el carisma de la hospitalidad, nos dedicamos como misión, a ejemplo de nuestro fundador, a los enfermos y personas que sufren. En la forma de vivir y de actuar manifestamos nuestra espiritualidad.

Al dedicarnos a los que sufren nuestro planteamiento abarca lo sanitario y lo social. En la Iglesia nos definimos como Orden mendicante, hemos intentado actuar con una actitud de beneficencia frente a los que lo necesitan. Estamos presentes en países, con organización del Estado en diversos servicios, por lo que para trabajar tenemos acuerdos con los Ministerios de Salud, de Asistencia social y con otros organismos civiles: alcaldías, etc.

Estamos presentes en países mucho más necesitados donde, los centros de la Orden, basados en el principio de subsidiaridad y movidos por el espíritu misionero, suplen carencias existentes en el ámbito de salud y en lo social, desde los centros promovidos. Estamos al servicio de los enfermos en general y de los enfermos mentales. Hemos promovido últimamente mucho la creación de unidades de cuidados paliativos, de enfermos del Sida, de enfermos de Alzheimer, etc.

Tenemos también Centros para personas con discapacidad (intelectual, física), para ancianos, para los sin techo, programas para los dependientes de drogas fuertes, etc.

Con el personal trabajador y con los voluntarios tratamos de compartir los criterios desde los que queremos realizar la misión, sus valores y proyecto institucional, en el respeto de la identidad de cada uno.

Al estar en sociedades tan distintas tratamos, desde nuestra identidad de centros católicos, de promover además de la curación o rehabilitación, o el acompañamiento de la enfermedad o del estado de marginación, de promover la evangelización trasmitiendo con nuestra palabra pero, sobre todo, con nuestra vida la Buena Noticia que nos trajo Jesucristo. Nuestro primer modo de evangelizar es acoger a todos tal y como son e intervenir en el proceso de acercamiento a Jesucristo como sentido de su vida y a su Iglesia.

Nos sentimos en el mundo, cada vez más secular, expresión de la Iglesia de la caridad.

SUPERIOR GENERAL

Hermano Jesús Etayo Arrondo, o.h.

Nació el día 26 de mayo de 1958, en Fustiñana, Navarra (España).
Procedente de la Escuela Apostólica de Zaragoza, comenzó el Postulantado en septiembre de 1974 en Sant Boi de Llobregat (Barcelona). Pasó al Noviciado de Carabanchel Alto (Madrid) en septiembre de 1975 y allí realizó la profesión temporal el 29 de Septiembre de 1977. El 12 de octubre de 1983 emitió la profesión solemne en Zaragoza y el 21 de septiembre de 1985 fue ordenado presbítero en su pueblo natal.

Es diplomando en Enfermería (1980) y realizó los estudios de Telología y la especialidad de Vida Consagrada (1980-1988), un Postgrado de Pastoral de la Salud (2002) y el Master europeo de Bioética (2004).

Ha ejercido la hospitalidad como formador en la Escuela Apostólica, Responsable del Prepostulantado, Maestro de Novicios y de Escolásticos. Ha trabajado en el campo de la Pastoral Social y de la Salud en diversos Centros de la Provincia San Rafael de Aragón a la que pertenece.

Fue Consejero Provincial durante varios periodos y Superior Provincial de 1995 a 2001.

En el LXVI Capítulo General de 2006 fue elegido segundo Consejero General y el 1 de noviembre de 2012 fue elegido Superior General de la Orden en el LXVIII Capítulo General, celebrado en Fátima (Portugal).

Orden Hospitalaria en Colombia

La familia religiosa a la que pertenecemos, fue aprobada por el Papa San Pío V el 1 de enero de 1572, y es conocida en la Iglesia con el nombre de ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS.
Este nombre expresa nuestra identidad, pues la razón de nuestra existencia en la iglesia es vivir y manifestar el carisma de la hospitalidad al estilo de San Juan de Dios. Consagrados al Padre por el Espíritu, seguimos más de cerca a Cristo casto, pobre, obediente y misericordioso. De este modo, cooperamos a la edificación de la Iglesia sirviendo a Dios en el hombre que sufre.

La Provincia Colombiana de Nuestra Señora del Buen Consejo es una institución canónica sin ánimo de lucro de tipo religioso que pertenece a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, con mas de 400 años de presencia en el país y en Latinoamérica, la Orden se ha destacado siempre por su servicio a los enfermos a través de obras sociales sanitarias, entre las que se cuentan hospitales generales, psiquiátricos y centros de atención primaria entre otros.

Somos una comunidad de Hermanos Consagrados, que seguimos el ejemplo de Jesús Buen Samaritano y el de Nuestro Fundador San Juan de Dios, quien transformado interiormente por el amor misericordioso del Padre, vivió en perfecta unidad el amor a Dios y al prójimo, se dedicó por entero a la salvación de sus hermanos e imitó fielmente al Salvador en sus actitudes y gestos de Misericordia.

SUPERIOR PROVINCIAL

Hno. Daniel Alberto Márquez Bocanegra

CONSEJEROS PROVINCIALES

1º. Hno. Juan Carlos Tovar Huertas
2º. Hno. Edilberto Castillo
3º. Hno. Yimer de Jesús Rodríguez Díaz
4º. Hno. Raúl Armando Oses Ortega

OFICIOS DE LA CURIA PROVINCIAL

Ecónomo Provincial: Hno. Anderson Amado Arguello
Secretario Provincial: Hno. Anderson Amado Arguello
Pastoral de la Salud y Humanización: Padre Carlos Fernando Riaño Becerra
Colaboradores, Política de Talento Humano y Escuela de Hospitalidad: Hno. Juan Carlos Tovar Huertas
Formación y Escuela de Formadores: Hno. Carlos Tirado
Proyección Social: Hno. Alexander García Agudelo
Vida de Hermanos: Hno. Daniel Alberto Márquez Bocanegra
Bioética y Comité Científico: Hno. Edilberto Castillo

CONSEJO CON ASESORES

Presidente: Hno. Daniel Alberto Márquez Bocanegra
Director de Provincia: Julián Francisco Medina Mora
Código Secretaría General: COL – (XVI)

Nuestro Fundador

Joao Cidade Duarte, en español Juan Ciudad Duarte, conocido como San Juan de Dios, nació en 1495 en el pueblo Montemor-o-Novo, obispado de Évora en el reino de Portugal. Su familia era de clase media y con ellos estuvo hasta los ocho años, edad en la que fue llevado por un clérigo a la villa de Oropesa, España. Desde entonces vivió con un buen hombre llamado el Mayoral hasta que tuvo la edad suficiente y empezó a dedicarse al cuidado y pastoreo de ganado.

A sus veintidós años, con ganas de conocer el mundo y de aventurarse a tener nuevas experiencias, tomó la decisión de irse a la guerra, estuvo en medio de muchos peligros y después de una mala experiencia no quiso continuar en la compañía de infantería. Volvió a Oropesa, donde fue recibido con mucho cariño y volvió a servir como pastor durante cuatro años, hasta que decidió servir al Conde de Oropesa.

Pasado un tiempo, Juan tuvo deseos de volver a su tierra natal y de saber qué había pasado con sus padres. Fue en camino a Montemor-o-Novo y luego de preguntar mucho por su familia se encontró un tío, quién le contó del fallecimiento de sus padres luego de su desaparición. Esta triste noticia, lo llevó a marcharse y emprender otros rumbos buscando donde pudiese servirle a Dios.

Juan pasó por varias tierras, tuvo algunos oficios y en medio de sus experiencias empezó a reflexionar de lo que sería su vocación: “curar y apacentar a los pobres de Jesucristo”. Sus buenas obras empezaron poco a poco en situaciones donde personas acudían a él en busca de ayuda. Al principio sus obras se vieron tentadas por el mal, pero creyendo mucho y orando a la advocación de la Virgen María, pudo derrotar toda tentación.

Joao se embarcó hacia Gibraltar donde orando a Jesucristo, rogando perdón por sus pecados y pidiendo que lo encaminase en lo que le iba a servir, siguió trabajando en cuanta labor se le presentara y con lo que fue ganando empezó a comprar libros, cartillas e imágenes para revenderlos y por medio de este oficio persuadía a sus clientes de leer libros devotos y de seguir la doctrina cristiana. Con esta experiencia y sus ahorros, a sus cuarenta y seis años, decidió abrir su librería en una ciudad más grande.

Juan recorrió varios pueblos, su primera parada fue Gaucín, municipio de Andalucía en España. En el camino se encontró a un niño que se veía muy cansado y con sed, por lo que decidió acompañarlo para refrescarse a “la fuente de adelfilla”, ubicada en el Paraje de la Adelfilla, de Gaucín. Juan se percató de que el niño iba descalzo, lo cual lo conmovió al punto de darle sus zapatos para que fuera más cómodo hasta la fuente. Descansaron un rato y luego Juan retomó su camino. Cuando se estaba alejando, el niño con una voz misteriosa le gritó desde lo alto de la fuente:

“¡Juan, Juan de Dios! ¡Granada será tu cruz!”

Al escuchar esto, Joao quedó sorprendido y muy asustado ya que aquel niño había desaparecido por completo en la luz del día. Aquellas palabras resonaban en su cabeza y recordó que en su agenda estaba Granada. Continuó caminando por Gaucín reflexionando del mensaje que se le había dado, y así decidió encaminarse hacia Granada, donde abrió su nueva tienda en la casa que ahora viviría.

Un día en medio de la celebración del día del mártir san Sebastián, Juan escuchó a un excelente varón llamado el Maestro Juan de Ávila, quien predicaba uno de sus famosos sermones frente a mucha gente que lo seguía. Fue tal el impacto de las palabras de Ávila en Juan qué este salió de allí realizando acciones que todo aquel que lo veía creía que había enloquecido. Regaló todos sus bienes materiales, incluso su propia ropa, clamaba la misericordia de Dios en forma de gritos por las calles, hasta llegar a la iglesia mayor donde seguía gritando por el perdón por sus pecados. Llevado ante el padre Ávila, quería obedecerlo hasta la muerte, este acepta convertirse en su mentor y le da palabras confortantes. Al salir de allí, Juan volvió a las calles gritando y haciendo todo tipo de cosas, que finalmente lo llevaron a ser recluido en el Hospital Real, lugar donde se llevaba a los locos de la ciudad.

Estando allí, Joao sufrió muchos maltratos y ante el atropello que se cometía contra todos los pacientes para ‘curarlos’, pensaba y decía: “¡Oh traidores enemigos de virtud! ¿por qué tratáis tan mal y con tanta crueldad a estos pobres miserables y hermanos míos, que están en esta casa de Dios en mi compañía? Juan padeció mucho en este lugar y siempre rogaba que a todos los tratasen con más caridad y amor.

“Jesucristo me traiga a tiempo y me de gracia para que yo tenga un hospital, donde pueda recoger los pobres desamparados y faltos de juicio, y servirles como yo deseo”.

– San Juan de Dios

Cuando se consideró que Joao logró recuperarse, empezó a ayudar a los enfermos del hospital quienes le recibían con alegría y daban gracias a Dios por eso. Tiempo después logró salir definitivamente, su mentor le aconsejó seguir en Granada donde estaba llamado a cumplir la voluntad de Dios, y así fue como poco a poco volvió a hacer buenas obras por los pobres.

Juan alquiló una casa a donde llevaba pobres desamparados y enfermos que recogía de la plaza de Bivarrambla y de otros lugares. Estas personas recibían el mayor cuidado que Juan podía darles ofrecerles, les compró algunas mantas y esteras para que durmieran, trajo un sacerdote para que los confesara y como no tenía medicinas ni suficiente comida, salía todas las noches a pedir dinero y comida a los buenos samaritanos quienes gustosos le ofrecían su limosna.

Muchas personas acudían al pequeño lugar para pedir ayuda, llegó un momento en que Joao tuvo que alquilar otra casa más espaciosa y llevar a los enfermos. Logró armar mejores camas para los más dolientes y algunos enfermeros le ayudaban. El nuevo lugar empezó a ser muy reconocido en Granada, todo tipo de persona que necesitara ayuda llegaba a esta casa que tenía cierto aire ‘hospital’; Juan no paraba de buscar personas que padecieran necesidades, a quienes con mucho cuidado y caridad proveía de todo lo necesario.

Aún en medio de esta buena obra había quienes murmuraban de aquel lugar, pero así mismo había personas de gran corazón que aportaban generosamente dinero, comida mantas, sabanas, colchones, ropa y otras cosas.

Joao hacia muchas obras de caridad, él mismo se encargaba de ir a los lugares menos pensados a sacar de la perdición a hombres y mujeres, esto en nombre de la pasión de Jesucristo y siguiendo el camino que Dios había dispuesto para él: el de la caridad.

Sucedió un caso particular en que el Hospital Real de Granada se incendió y Juan al enterarse, fue a socorrer a los enfermos, tal fue el riesgo que corrió que se pensó que había perdido la vida en medio de las llamas; no había sido así y por la gracia de Dios ayudó a muchos a costa de su vida.

Pasado el tiempo, personas importantes y devotas de la ciudad se dieron cuenta que las obras de Joao merecían un lugar más grande, así que acordaron comprarle una casa que fuese suficiente para albergar a todos los enfermos del lugar. Fue así como él puso más orden en su hospital manejando todo con amor, honestidad y la debida decencia.

Un día, cenando Juan con un Obispo de Tuy, España, le dijo que desde ese momento se llamaría Juan de Dios y así todos empezaron a llamarlo de esa manera. El Obispo le hizo cambiar sus vestiduras viejas y sucias por ‘un cossete, unos calzones de buriel y un capote de sayal encima’ tres cosas en nombre de la Santísima Trinidad. Con estas prendas Juan de Dios llegó hasta sus últimos días.

Juan de Dios estaba ya muy flaco y sin fuerzas, tenía una enfermedad que lo estaba consumiendo y pasaba muchos trabajos para dar remedio a todos disimulando, además, sus dolores. Su enfermedad se acrecentó cuando recibió la noticia que las aguas del río Genil traían leña y cepas las cuales le servirían para generar luz y calor para los pobres. A raíz de esto quiso ir a ese lugar, pero estando allí, un hombre que también iba en busca de leña, entró al río más de lo debido, las aguas fuertes lo arrastraron y Juan de Dios al ver esto intentó socorrerlo, pero fue en vano porque también se ahogó. Estuvo tanto tiempo en el agua helada que provocó que su dolor se volviera más intenso y cayó muy grave en cama.

Llegó el momento en que Juan se sintió tan mal que empezó a hacer su testamento, queriendo dejar en orden sus deudas y el hospital encomendado a su compañero y discípulo, Antón Martín.

Juan de Dios, ya estando en sus últimos momentos, fue llevado a casa de una señora de mucha cristiandad para intentar sanarlo, no sin antes tener una conmovedora despedida de sus enfermos, tras doce años de trabajo caritativo en el hospital de Granada. Lo cuidaron doctores, lo visitaron personas importantes y recibió el sacramento de la penitencia.

Aún con los cuidados que le tuvieron, el 8 de marzo de 1550, Juan de Dios a sus 55 años ya muy debilitado por la enfermedad, fallece arrodillado y con un crucifijo en sus manos. Recibió un honrado entierro y muchas personalidades de la época asistieron.

Juan de Dios murió mártir de la caridad. Fue beatificado por el papa Urbano VIII el 1° de septiembre de 1630 y declarado Santo por el Papa Alejandro VIII el 16 de octubre de 1690. En 1886 el Papa León XIII lo declaró patrono universal de los enfermos y de los hospitales; en 1930 Pio XI lo eligió patrono universal de los enfermeros y de sus asociados.

Bibliografía:

Biógrafo Castro, F. Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. (2004). San Juan de Dios Primera Biografía, Cartas y otros Documentos. México. Colección SELARE 57.

Alberto Martín de Bernardo y Gutiérrez. Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. (1990). Yo, Juan de Dios, “Hermano de Todos”. Colombia. Bogotá D.C. Colección SELARE 33.