Buenos Aires, 4 mayo 2015

 

 INTRODUCCIóN

 Al inicio de este encuentro de Superiores y Responsables de la animación de la Región de América Latina, quiero saludaros a todos y daros la bienvenida, con los mejores deseos de que sea un encuentro fructífero para todos y en especial para la Región y esperando que todos se encuentren bien durante estos días, de manera que podamos vivir una buena e intensa experiencia de fraternidad y de hospitalidad. 

 

 Este es un encuentro muy especial, porque nos reunimos todos los Hermanos que tenemos responsabilidades en la animación y gobierno de la Orden en América Latina. Algo que se produce normalmente una vez, ahora durante el cuatrienio, después de los capítulos provinciales, de los que hace un año que finalizaron. 

 

 Animar y gobernar, son los elementos que componen nuestra responsabilidad, lógicamente cada uno desde su nivel. Imagino que tendremos oportunidad de volver sobre estos temas durante el encuentro, pero ambas son necesarias, siempre en el espíritu del Evangelio y de la Hospitalidad. Se trata siempre de servir, buscando lo mejor para las personas, la comunidad, la Orden y la Iglesia. Quien gobierna y anima, es quien va delante, quien hace de guía, quien da ejemplo y es coherente. 

 

Para algunos es más fácil animar que gobernar. Pero en ocasiones también es fundamental orientar, organizar y corregir. Para otros es más fácil gobernar que animar, pero no basta con indicar o mandar, hay que ponerse delante y preocuparse por los más rezagados, hay que mostrar convicción y audacia. Gobernar y animar siempre con humildad, buscando el bien de los otros, antes que el nuestro. Ser líderes, aunque se dice con frecuencia que nos faltan verdaderos líderes y desde luego en la Iglesia y en la vida religiosa, también en las Comunidades y en los Centros, las cosas van adelante cuando hay líderes con capacidad de arrastrar, no tanto por la autoridad normativa, sino por su autoridad moral. Ahí tenemos el ejemplo del Papa Francisco y tantos otros en la historia y en el presente de nuestra Orden.

 

 Por tanto este Encuentro que ahora iniciamos, no debe ser un encuentro más como tantos que hacemos. Su objetivo fundamental debe ser fortalecer en nosotros la responsabilidad de animar y gobernar la Orden en América Latina en el momento actual y mirando al futuro. Aquí estamos los responsables, los superiores, los líderes, y debemos analizar y proyectar los desafíos que la Orden tiene en la Región para responder con esperanza y audacia. Vosotros sois los responsables de que esto sea posible. Evidentemente los Capítulos Provinciales del pasado año deben ser una referencia imprescindible para el cuatrienio, pero repito, vosotros, como superiores, tenéis la responsabilidad de llevarlos adelante, cada uno en su nivel y ámbito.

 

 No es prioritariamente un encuentro de formación permanente, aunque tendremos exposiciones y charlas al respecto. No es su objetivo solamente reunirnos y pasar unos días de convivencia y fraternidad, que también lo haremos y será bueno. No es un viaje más que hacemos para ver el mundo. El objetivo es animarnos para animar y gobernar, como acabo de indicar.

 

 AUDACIA, ESPERANZA, RENOVACIóN EN EL AñO DE LA VIDA CONSAGRADA

 Son tres palabras llenas de contenido y significado para nuestra vida. Son tres términos muy en línea con los que promueve la Iglesia en en el Año de la Vida Consagrada: Evangelio, Profecía y Esperanza.

 

La renovación es una llamada recurrente que se nos hace desde hace 50 años. Oírla nos produce a veces cansancio e incluso rechazo, pero no debe ser así. La renovación es la fuente de novedad permanente para nuestra vida. Es lo que nos permite estar al día con de las cosas del Espíritu y lo que nos ayuda a salir de la rutina, del anquilosamiento, del desfase y de la apatía.

 

 

Por eso la renovación es un proceso permanente y necesario, es la llamada diaria a nacer de nuevo, a dejar el hombre viejo y revestirse del hombre nuevo. Es un proceso espiritual que exige la conversión permanente de nuestras vidas y que tiene una concreción en cada uno de los aspectos de nuestra vida: personal, comunitaria, apostólica, de la gestión y administración, pastoral, formación, etc.

 

 

 La renovación en el Espíritu del Señor es la base de la Esperanza para cada uno de nosotros, para nuestras Comunidades y Centros y en definitiva para nuestra Orden. En la renovación se fundamenta la Esperanza de poder vivir nuestra vocación y consagración en fidelidad y plenitud y de poder seguir realizando nuestra misión de hospitalidad, ofreciendo el amor y la misericordia a las personas que sufren. Sin renovación de nuestra vida y de nuestra Institución, la esperanza no tiene cabida y poco a poco se va muriendo.

 

 Para llevar adelante la renovación, especialmente en momentos de dificultad y de crisis, se necesita la audacia, el coraje, la valentía y la creatividad. Se trata de un don precioso del Espíritu Santo que transforma nuestra vida y la dinamiza para, podemos decir así, estar al día de lo que Dios y el Espíritu Santo quieren de nosotros. Por eso hemos de pedirlo cada día al Señor. 

 

 El título del encuentro es Hospitalidad: don y profecía. La hospitalidad es un regalo, un don que hemos recibido y seguimos recibiendo cada día si abrimos a Dios el corazón. Pero es un don para la comunidad, para la Iglesia, para el mundo, para mostrar el amor de Dios a los que sufren. En este sentido nuestra vocación se convierte en misión, en profecía para el mundo, donde somos enviados a decir, con la palabra y el testimonio, lo que Dios dice y quiere para el mundo: Espero que «despertéis al mundo», porque la nota que caracteriza la vida consagrada es la profecía. Como dije a los Superiores Generales, «la radicalidad evangélica no es sólo de los religiosos: se exige a todos. Pero los religiosos siguen al Señor de manera especial, de modo profético». Esta es la prioridad que ahora se nos pide: «Ser profetas como Jesus ha vivido en esta tierra?ǂĶ Un religioso nunca debe renunciar a la profecía» (29 noviembre 2013). (Papa Francisco, expectativa 2).

 

 

RENOVAR NUESTRA VOCACIóN Y COMPROMISO CON LA PASTORAL VOCACIONAL EN EL AñO DE LA VOCACIóN A LA HOSPITALIDAD

 Los objetivos de este Año de la Vocación a la Hospitalidad, son celebrar y revitalizar la hospitalidad por una parte y promoverla e impulsarla por otra. Va dirigida a los Hermanos, a los Colaboradores y a los jóvenes y a todas las personas sensibles a la hospitalidad.

 

 El convencimiento profundo de nuestra vocación, que implica el testimonio visible de una vida radical y profética, debe ser el punto de partida del Año de la Vocación Hospitalaria. La Alegría y el entusiasmo de nuestra vocación hacen fecunda la obra de Dios, el carisma y la misión de la hospitalidad. La ambigüedad y la mediocridad la hacen estéril y triste. Esta es la primera clave y condición para que la vocación a la hospitalidad sea creíble y fecunda. 

 

 Somos todos llamados a revitalizar el carisma y la misión que hemos recibido con la mayor exigencia posible. Por eso considero que es necesario que cada Hermano de la Orden, esté donde esté, tenga la edad que tenga, esté sano o enfermo, haga durante este tiempo un discernimiento y una renovación de la alegría de su vocación hospitalaria y con su ejemplo y coherencia la muestre a los demás. Es la oportunidad también para que los Hermanos y las Comunidades abran su corazón al Dios de la Alegría y revisen sus formas de vida, para poner en el centro a Dios y a los que sufren, saliendo a las periferias geográficas y espirituales, expulsando cualquier atisbo de autorreferencialismo. Queridos Hermanos, todos somos agentes de pastoral juvenil vocacional y éste debe ser el punto de partida: el testimonio y la coherencia de nuestras vidas.

 

 Tenemos una buena oportunidad que nos brinda este Año de la Vocación a la Hospitalidad, enmarcado en el Año de la Vida Consagrada. Aprovechémoslo, activémonos todos, veamos cada uno qué podemos hacer, qué programa ha preparado la Provincia para impulsarla. Seamos audaces, porque todos podemos hacer algo, que nadie tire la toalla, eso puede ser incluso muy realista humanamente hablando pero poco audaz espiritualmente hablando. Por supuesto, es un año y debe ser siempre, donde a todos se nos invita a potenciar nuestra oración al Señor por medio de San Juan de Dios, pidiéndole al dueño de la mies que nos envíe nuevos obreros a la viña de la hospitalidad, como consagrados y como colaboradores. (cf. Mt 9,37-39) 

 

 Aquí una vez más deseo destacar la responsabilidad de los superiores, cada uno en su nivel, para que el Año vocacional cumpla sus expectativas y sobre todo para animar y promover la vocación a la hospitalidad siempre, en los distintos lugares donde cada uno está. 

 

 MIRAR AL FUTURO CON ESPERANZA

Durante estos días me parece importante aprovechar para pensar, rezar, compartir, discernir conjuntamente mirando al futuro de la Orden en la Región. Como saben los desafíos son muchos y la realidad es permanentemente cambiante y no podemos permanecer como si nada de todo esto sucediese, esperando que pase el tiempo y que los acontecimientos que se sucedan sean los que decidan nuestro futuro.

 

 Creo sinceramente que el Señor nos pide a nosotros mirar con los ojos del Espíritu y de San Juan de Dios el futuro de la Orden en América Latina, a partir de lo que somos y tenemos. No qué queremos ser y qué queremos hacer, sino qué nos pide el Espíritu del Señor y de San Juan de Dios, cómo hemos de realizarlo. Me refiero por tanto a abrir en primer lugar un proceso de discernimiento. ¿Qué quieres de nosotros Señor?. Ojalá el Señor encuentre nuestros corazones preparados para ello, porque de esta manera El nos guiará, porque aunque estéis cansados y agobiados El os acompañará y os aliviará.

 

 No es fácil lo se, sobre todo no es fácil cómo hacerlo y qué estrategias seguir. Debemos hacerlo con creatividad y audacia, con la esperanza de que lo que llevamos entre manos es un proyecto de Dios. Dice el Papa Francisco en la carta que he mencionado antes: Precisamente en estas incertidumbres, que compartimos con muchos de nuestros contemporáneos, se levanta nuestra esperanza, fruto de la fe en el Señor de la historia, que sigue repitiendo: «No tengas miedo, que yo estoy contigo» (Jr 1,8). (Objetivo 3). Por tanto apoyados en estas palabras miremos con esperanza el futuro.

 

 Este foro de superiores y responsables de la animación de la Región, es el más adecuado para tomar mayor conciencia de ello y para afrontar el tema, sin ningun prejuicio ni solución anticipada. Seamos valientes y abrámonos al discernimiento, con el objetivo de establecer un proyecto, podríamos decir, un plan estratégico que refuerce la presencia de la Orden en la Región, que no sea meramente estadístico, sino que reflexione a fondo toda la realidad de la Orden: Hermanos, Comunidades, estilo de vida, formación, gestión de centros y también estructuras y entes canónicos.

 

Espero que en los próximos días sea éste uno de los temas a profundizar y compartir, un tema que hoy es un signo de renovación para la vida religiosa.

 

Reitero mis deseos de que este encuentro sea muy rico con la ayuda de todos y lo encomendamos especialmente a Nuestra Sra del Patrocinio, a nuestro Padre San Juan de Dios y a nuestro Hermano San Ricardo Pampuri, cuyo 25 aniversario de su canonización acabamos de clausurar.

 

 HNO. JESuS ETAYO, OH

 SUPERIOR GENERAL

 

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