Roma, 30 de junio de 2020
Prot. N. PG046/2020
COVID – 19 (7)

A todos los Hermanos y Colaboradores, miembros de la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios

Apreciados todos/as,

Hace aproximadamente un mes me dirigí por última vez a todos vosotros en relación a la pandemia del coronavirus y al impacto que estaba teniendo en el mundo y en nuestra Institución. Pues bien, lejos de mejorar las cosas y con cambios geográficos, la realidad es que el virus sigue propagándose y creciendo de una manera preocupante. En el momento actual son ya casi diez millones las personas que han sigo contagiadas por el covid-19, de las cuales en
torno al medio millón han fallecido y cinco millones se han curado.

El epicentro de la pandemia ya no es Europa, sino que éste ha pasado a América, tanto del Norte, especialmente Estados Unidos, como del Centro y del Sur, siendo los países más golpeados Brasil, Perú, Chile y México, aunque también la situación es preocupante en otras naciones de la región.
Otro foco importante que está creciendo es India, con más de medio millón de contagiados y más de 15 mil fallecidos. En el continente africano por el momento la pandemia del coronavirus no está golpeando con mucha fuerza, aunque están subiendo el número de contagios y se teme que más adelante pueda crecer mucho más, lo cual esperamos que no ocurra para bien de todos.

En Europa y en países como China, Corea, Australia y otros, la situación ha mejorado, han terminado prácticamente los confinamientos y  cuarentenas, se está volviendo a lo que se llama “la nueva normalidad”, que implica medidas de prudencia y seguridad. El temor es no dar pasos
atrás que nos lleven a nuevos confinamientos, aunque ya tenemos frecuentes focos de contagios que por el momento están bajo control. Existe un ciertro temor, indicado también por los especialistas, a nuevas oleadas de contagio más adelante, al menos hasta que no exista una vacuna eficaz, lo cual parece que tardará, aunque se acorten los tiempos de preparación.

En relación al impacto del covid-19 en la Orden, va variando en función del epicentro del mismo.

Mientras el foco principal fue Europa, el impacto fue muy alto como todos saben. En este momento ha disminuido mucho y parece que todo está bajo control.

En cuanto a los Hermanos de la Orden, a día de hoy no hay ninguno en todo el mundo que esté contagiado. En total han sido 47 los religiosos contagiados, de los que cinco, como informé en las comunicaciones anteriores, fallecieron y 42 se han recuperado satisfactoriamente. El número de Colaboradores que han dado positivo al test del coronavirus ha sido muy elevado.

Todos se han recuperado excepto tres que desgraciadamente fallecieron. No tenemos un número exacto de Colaboradores contagiados durante la pandemia, pero al menos han sido 800 los que se han contagiado. De ellos en torno a 200 siguen contagiados, la mayor parte en Casas de América. Algunos en Europa, cada vez menos, y muy pocos en África, todos bajo control.

Si tenemos en cuenta las personas contagiadas por coronavirus que han ingresado en nuestros hospitales, más las personas que fueron positivas al virus en nuestros centros residenciales y sociales, hasta el día de hoy han sido atendidos en nuestras Casas cerca de 4000 pacientes, de
los que han fallecido entorno a 400.

Estos son los datos aproximados de cómo la pandemia del covid-19 nos ha afectado hasta la fecha en el ámbito de la salud. Como ya indicaba en mis anteriores comunicaciones, hay otras áreas que están siendo impactadas fuertemente por esta pandemia, como la económica, social y también espiritual. En algunos lugares se está retomando la actividad en todos los sectores, pero con mucha prudencia y temor para no dar pasos atrás, de modo que nuevos contagios vuelvan a provocar nuevos confinamientos. Aun así, la crisis económica se preve importante, con una gran pérdida de empleo para muchas personas, lo cual creará muchas dificultades a nivel social y familiar. Esto sucederá, sin tener certeza de cómo evolucionará la pandemia, la cual podría presentar incluso un excenario más difícil y complicado.

En muchos lugares, sobre todo dónde parece que las cosas están más controladas, se habla de “nueva normalidad”. Una expresión verdaderamente novedosa y que en sí misma implica que no es una verdadera normalidad. No lo es porque aunque en muchos ámbitos hemos recuperado la libre movilidad, estamos cada día “casi amenazados” para no bajar la guardia ante un eventual rebrote, lo cual es verdad y muy probable. Debemos respetar la distancia social, usar las mascarillas, lavarnos frecuentemente las manos y tantas otras cosas. Podemos salir y encontrar a los Hermanos, a las familias, a los amigos, pero siempre “con cuidado”. De todas formas ya es mucho, para quien ha tenido que estar meses “recluído” en casa. Podemos  ya trabajar, pero con cuidado, con atención a las reuniones etc, de ahí el teletrabajo que parece se impondrá definitivamente y las diversas plataformas on line que nos permiten hacer reuniones de cualquier otro tipo. Podemos ir al bar, al restaurante, podemos viajar a determinados lugares… pero siempre “con cuidado”, hasta que exista una vacuna eficaz.

Esta nueva normalidad se caracteriza por tanto por la incertidumbre. No debemos ni podemos bajar la guardia. También se caracteriza por la responsabilidad, pues desoír las llamadas a la prudencia puede, además, afectar a los demás. La generosidad y la solidaridad caracterizan
necesariamente este momento que vivimos, porque el coronavirus amenaza la vida de las personas, la forma de vivir e incluso el modo y los medios de vivir, ciertamente y como siempre sucede, más a los más pobres y vulnerables. Por eso y finalmente, esta fase novedosa de la nueva normalidad requiere para afrontarla con garantía de la hospitalidad: que ante la incertidumbre, es responsable, generosa y solidaria, inclusiva y acogedora.

En anteriores comunicaciones y mientras viviamos confinados en muchas partes del mundo, especialmente en Europa en aquellos momentos, os decía que era la hora de la hospitalidad. Ahora os digo lo mismo para aquellos lugares del mundo que vivís esa fase todavía de cuarentena o confinamiento. Pero os digo además que para quienes hemos iniciado esta “nueva normalidad” es también la hora de la hospitalidad. La de salir de nosotros mismos para acoger con responsabilidad, generosidad y solidaridad a muchas personas que viven en la incertidumbre y en la precariedad en cualquiera de los ámbitos de su vida. Os invito de nuevo a todos los Hermanos, Comunidades y Centros a ser sensibles a las necesidades de las personas en este momento y ayudarles con generosidad, siendo creativos y audaces. Os invito a enviar a la Secretaría de Curia General iniciativas y proyectos que las Provincias, Centros y Comunidades estéis realizando en línea con todo lo que acabo de decir. Será una bonita manera de compartir
estas iniciativas que podremos dar a conocer a toda la Orden a través de la nuestra página web.

La pandemia del coronavirus está teniendo un impacto evidente en el trabajo y en las actividades de la Orden, de las Curias Provinciales y de la Curia General. Hemos tenido que cancelar la práctica totalidad de los viajes previstos, así como las visitas y los encuentros presenciales en Roma. Durante este tiempo hemos tenido diversas sesiones del Definitorio General de manera virtual, para poder seguir y dar respuesta a los temas esenciales de la vida de la Orden. El día 25 de junio tuvimos el último encuentro del Definitorio General y dadas las perspectivas de la situación de la pandemia en el mundo, se decidió cancelar las visitas canónicas generales previstas para 2020, así como la Asamblea de Superiores Provinciales programada para inicios del mes de octubre. Seguramente y en torno a esas fechas, se programarán algunos encuentros on line con los Superiores Provinciales, bien por regiones o bien por lenguas, para tratar algunos temas e informaciones más urgentes. Por otra parte en Curia General, se intentarán realizar virtualmente, la mayor parte de los encuentros, reuniones de comisiones y grupos de trabajo programados. Si no cambia mucho la situación, se cancelan todos los encuentros y viajes, al menos intercontinentales, hasta nueva fecha.

Deseo agradecer una vez más a todos los Hermanos, Colaboradores y Voluntarios de todas las Casas de la Orden, el esfuerzo, el servicio y el compromiso en la lucha contra la pandemia, a veces incluso, en condiciones muy difíciles. Estáis honrando la figura de San Juan de Dios y de
tantos y tantos Hermanos y Colaboradores, que a lo largo de la historia de la Orden, se han lanzado, sin mirarse a sí mismos, a combatir el sufrimiento, la pobreza y la enfermedad, muchas veces en situaciones de duras epidemias que les ha costado a muchos la propia vida. Era el
precio de la hospitalidad vivida en profundidad. Pedimos al Señor, para que nadie pierda la vida e incluso, si es posible, nadie se contagie, pero seamos hospitalarios con la misma profundidad y responsabilidad con la que ellos lo fueron.

Concluyo con unas palabras siempre inspiradoras del Papa Francisco, a los sacerdotes de la diócesis de Roma el 31 de mayo de 2020:
”Llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes!” (Jn 20,19-20).

El Señor no eligió ni buscó una situación ideal para irrumpir en la vida de sus discípulos. Ciertamente, nos hubiera gustado que todo lo sucedido no hubiera pasado, pero pasó; y como los discípulos de Emaús, también podemos quedarnos murmurando entristecidos por el camino (cf. Lc 24,13-21). Presentándose en el cenáculo con las puertas cerradas, en medio del confinamiento, el miedo y la inseguridad que vivían, el Señor fue capaz de alterar toda lógica y regalarles un nuevo sentido a la historia y a los acontecimientos. Todo tiempo vale para el anuncio de la paz, ninguna circunstancia está privada de su gracia. Su presencia en medio del confinamiento y de forzadas ausencias anuncia, para los discípulos de ayer como para nosotros hoy, un nuevo día capaz de cuestionar la inamovilidad y la resignación, y de movilizar todos los dones al servicio de la comunidad. Con su presencia, el confinamiento se volvía fecundo gestando la nueva comunidad apostólica”.

La presencia del Señor lo cambia todo. Que en medio de la incertidumbre y la dificultad, reine la esperanza y la confianza que nos ofrece la paz del Resucitado, que vive en medio de nosotros.

Unidos en la hospitalidad y en la oración, recibid mi saludo fraterno.

Hno. Jesús Etayo
Superior General

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