Roma, de 20 mayo de 2020
Prot. N. PG040/2020
COVID – 19 (6)

A todos los Hermanos y Colaboradores, miembros de la Familia Hospitalaria de San Juan de Dios Apreciados todos/as, Me dirijo a todos vosotros por sexta vez en relación a la pandemia del coronavirus que continúa creciendo en el mundo, aunque la afectación a la población va cambiando con el paso del tiempo. A día de hoy en el mundo son casi cinco millones de personas diagnosticadas positivas al covid-19 y más de 325 mil personas fallecidas. Son también muchos miles de personas que se han curado. Sin embargo la pandemia sigue avanzando, en algunos lugares por primera vez y en otros con temor a nuevas olas de contagio. Todos en espera de una vacuna que sea eficaz y llegue a toda la población mundial, lo cual tardará un tiempo, todavía por determinar.

En muchos lugares del mundo y gracias a las medidas restrictivas de emergencia que se han tomado, se han reducido mucho los contagios y fallecimientos. En estos momentos estos países están iniciando una nueva fase, con menos restricciones, con el fin de volver poco a poco a lo que algunos llamana “nueva normalidad”, pero con muchos temores a dar pasos atrás por nuevos focos de contagio. En otros lugares todavía siguen las restricciones severas y en otros
se espera todavía, la llegada más virulenta del coronavirus.

En lo que respecta a la Orden, a las comunidades y a los centros, la situación en general es bastante más tranquila en estos momentos. La mayoría de los Hermanos que fueron contagiados, son ya negativos, a excepción de tres, que esperamos lo sean en los próximos días. Sin embargo, a pesar de ser ya negativos, en algunos casos las secuelas que el virus les ha dejado, hace que todavía necesiten tratamiento y cuidados médicos.

Lo mismo sucede con los Colaboradores. Han sido muchos los que se contagiaron, pero gracias a Dios la mayoría ya están bien. Todavía queda un grupo significativo y últimamente hay que lamentar el fallecimiento de un Colaborador de Colombia.

En relación a personas enfermas con covid-19 asistidos en nuestros centros, también están disminuyendo bastante. Todavía hay varios hospitales,  especialmente en Europa, que continúan atendiendo enfermos de coronavirus. Se han atendido más de 2000 enfermos de coronavirus, de los que entorno a 300 han fallecido.

Cuando en muchos países estamos entrando en la fase dos, porque los contagios y fallecimientos por causa del virus han disminuido considerablemente, nos damos cuenta que los efectos del covid-19 no son solamente sanitarios, sino también sociales, económicos, espirituales e institucionales. De hecho se debate mucho sobre la necesidad de quitar restricciones y reabrir los negocios y la economía, porque de lo contrario, cada vez será más profunda la crisis económica y social que se producirá.

Dice el Papa Francisco que, “la credibilidad de la Iglesia pasa a través de la via del amor misericordioso y compasivo.” (Misericordiae Vultus, 10). En mis anteriores cartas os decía que esta es la hora de la hospitalidad. Es la hora de manifestar el Cristo compasivo y misericordioso del Evangelio entre los hombres y mujeres (cf. Constituciones de la Orden, 5). Es la hora de salir de nosotros, con las precauciones debidas, para asistir a las personas necesitadas, víctimas en
este caso de la pandemia, no solo a nivel sanitario, sino también a nivel social, económico y espiritual. Es la manera de hacer creible a la Iglesia y de hacernos creibles como Orden y Familia de San Juan de Dios.

A nivel institucional, de la Orden, estamos previendo dificultades importantes para muchos centros y obras de la Orden, a causa de la crisis producida por la pandemia: centros que han debido cerrar muchos servicios, otros que ven disminuida enormemente su actividad porque los pacientes no llegan y otras razones que pondrán en crisis a muchas de nuestras estructuras.

Debemos preverlo y gestionarlo del mejor modo posible, haciendo planes concretos para este momento en los que debemos adecuar los servicios y los recursos para no crear deudas excesivas que luego lastren su viabilidad. Deberemos también, en la medida de nuestras posibilidades, estar disponibles para ayudarnos dentro de las propias Provincias, y también debemos estar abiertos a ayudar a otras Provincias y centros más desfavorecidos por su situación y por la afectación de la pandemia. Como siempre no dudamos de la generosidad y hospitalidad con todas las obras y personas de nuestra Orden. Es la hora de la hospitalidad con
nuestra Familia Hospitalaria de San Juan de Dios.

A nivel social están aumentando enormemente los problemas de todo tipo, no obstante los esfuerzos de muchos gobiernos por ayudar a las personas: muchos están perdiendo el empleo, otros tienen que cerrar sus empresas y negocios porque resultan inviables, para muchas personas les comienza a faltar lo imprescindible y deben ir a pedir alimentos, ropa y lo más necesario. Otras no tienen medios para seguir pagando un alquiler y con mucha probabilidad
perderán la vivienda etc. Todas ellas son situaciones muy tristes que no nos pueden dejar impasibles e insensibles. Por ello y en la medida de las posibilidades de cada Provincia y de cada centro os animo a crear espacios de solidaridad y ayuda a las personas de vuestro entorno con graves necesidades sociales, incluidas aquellas personas que colaboran en nuestras obras apostólicas. Se que muchos ya lo hacéis y se que en estas circunstancias es dificil, porque a nadie le sobra. Pero es necesario ser creativos y reinventar la hospitalidad, sobre todo con aquellos más próximos a nuestros centros, ayudándoles con lo que podamos, especialmente en cuestiones básicas, o colaborando con otras entidades que también se preocupan de los más necesitados, para que nadie se quede atrás. Os invito a todos, especialmente a los Hermanos, a ser pioneros y promotores de estos proyectos, porque es la hora de la hospitalidad… no nos quedemos atrás nosotros.

Otras consecuencias de la pandemia son las dificultades que se producen a nivel de las relaciones humanas, a nivel de salud mental y a nivel espiritual y religioso. En mi anterior carta animaba a todos los Servicios de Atención Espiritual y Religiosa para la atención de esta dimensión a los enfermos, familiares y colaboradores. Reafirmo de nuevo mi invitación y la extiendo, no solo a los SAER sino también a todos los Hermanos y Colaboradores del ámbito de
la salud mental y en general a todos los miembros de nuestra Familia de San Juan de Dios, para estar disponibles a escuchar, acompañar, atender y ayudar a todas las personas que sufren cualquier dificultad en estas dimensiones, ya que las cosecuencias personales, familiares, sociales y económicas que está dejando la pandemia, son muy grandes y están produciendo mucho sufrimiento. Por ello para toda la Orden y los que formamos parte de ella es la hora de
la hospitalidad… la de la escuchar, acompañar y dar esperanza.

En medio de está situación dolorosa que nos toca vivir, el Espíritu del Señor Resucitado, nos sigue hablando a través de múltiples gestos de amor misericordioso y compasivo que vemos  cada día en nuestros centros y en todo el mundo. Además, el Espíritu Santo, a quien esperamos su venida próximamente en Pentecostés, se sigue haciendo presente en medio de su Iglesia y de nuestra Orden, inspirándonos nuevas formas de manifestar el amor misericordioso y
compasivo de Dios a través de la hospitalidad. Lo que acabo de indicar son solo algunos ejemplos que os invito a concretar en cada Provincia, Comunidad y Centro, porque el Espíritu del Señor nos dice también que es la hora de la hospitalidad para todos nosotros. ¡Adelante!.

Como he hecho en cada una de mis cartas, deseo manifestar una vez más, mi agradecimiento a todos los Hermanos, Colaboradores y Voluntarios que desde el inicio de la pandemia estáis trabajando con tanta ejemplaridad y generosidad, testimoniando lo mejor que puede ofrecer nuestra institución: la hospitalidad y el servicio a los enfermos y necesitados. ¡San Juan de Dios está orgulloso de vosotros!.

Son más de dos meses los que hemos estado confinados en Italia y por tanto en Curia General. Ahora se han relajado las medidas, pero todavía no son posibles viajes ni algunas de las reuniones que estaban previstas. Estamos haciendo algunas, como los Definitorios Generales, de forma virtual, lo que nos está permitiendo seguir y dar salida a las cosas más urgentes. No sabemos todavía cuando podremos regresar a la vida normal, aunque nos tememos que
tardaremos algún tiempo, a pesar de que poco a poco algunas cosas se irán desbloqueando.

Por el momento hemos tenido que cancelar las visitas canónicas generales previstas hasta el mes de julio, así como todos los encuentros previstos en Roma. Igualmente nos hemos visto obligados a aplazar las Asambleas Provinciales para la Unificación de las Provincias de España y de América Latina, previstas para los meses de junio y julio respectivamente. En función de cómo evolucione la pandemia, veremos si se podrán realizar las actividades programadas por
el Gobierno General a partir del mes de agosto hasta final de año.

En mi carta de Pascua de este año os decía que el uno de mayo se clausuraría la celebración del Año Jubilar que fue solicitado por S.E. Mons Conrado Sanguineti, obispo de Pavía y en el cual habíamos participado la Orden, especialmente la Provincia Lombardo Veneta. Pues bien, dado que la pandemia del coronavirus confinó a toda Italia durante más de dos meses, ha sido  concedido por la Penintenciaría Apostólica, a petición del obispo de Pavía, el prolongamiento del Año Jubilar hata el uno de mayo de 2021.

Deseo concluir con unas palabras del Papa Francisco: “Ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí. Se parte de esa idea y se sigue hasta llegar a seleccionar a las personas, descartar a los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás. Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos. Que lo que está pasando nos sacuda por dentro. Es tiempo de eliminar las desigualdades, de reparar la injusticia que mina de raíz la salud de toda la humanidad”(Homilía II Domingo de Pascua. Roma 19 de abril de 2020). Es finalmente la hora de la hospitalidad, la de estar junto a los enfermos, pobres y necesitados, junto a los vulnerables y descartados por el virus del egoísmo indiferente.

Unidos en la hospitalidad y en la oración, recibid mi saludo fraterno.

Hno. Jesús Etayo
Superior General

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