El Papa Francisco ha escrito Fratelli Tutti para todas las personas de buena voluntad, sin importar su religión. En el segundo capítulo propone una reflexión desde una parábola dicha por Jesucristo hace dos mil años.

Un maestro de la Ley y Jesús tratan sobre qué hacer para heredar la vida eterna. La respuesta es hacer practica del mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo”. El ejemplo claro dando respuesta a “¿Quién es mi prójimo?”:

“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, quienes, después de despojarlo de todo y herirlo, se fueron, dejándolo por muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por el mismo camino, lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Igual hizo un levita, que llegó al mismo lugar, dio un rodeo y pasó de largo. En cambio, un samaritano, que iba de viaje, llegó a donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió profundamente, se acercó y le vendó sus heridas, curándolas con aceite y vino. Después lo cargó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un albergue y se quedó cuidándolo. A la mañana siguiente le dio al dueño del albergue dos monedas de plata y le dijo: ‘Cuídalo, y, si gastas de más, te lo pagaré a mi regreso’.

A partir de este ejemplo, Jesús le dice al maestro que debe ir y hacer lo que el buen samaritano hizo con el hombre herido.

Francisco hace un trasfondo de esta parábola citando algunos fragmentos de la biblia, proponiendo ser menos indiferentes ante lo que le pasa al prójimo y sirviendo a todo aquel que lo necesite sin importar su raza o su nacionalidad.

«Si un migrante viene a residir entre ustedes, en su tierra, no lo opriman. El migrante residente será para ustedes como el compatriota; lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron migrantes en el país de Egipto» (Lv 19,33-34).

El Papa nos hace una pregunta clara: ¿con cuál de los personajes de la parábola te identificas? Reflexionemos sobre cuantas veces hemos sido los que ignoramos la situación de vulnerabilidad de alguna persona aunque esté en nuestras manos la solución, tal vez decidimos pasar de largo y no ayudar a nuestro prójimo.

“Como todos estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos”.

Esta parte de la encíclica es un llamado a ser como el buen samaritano para reconstruir este mundo que nos duele, para no ser indiferentes ante el dolor y angustia de otro ser humano. Aunque pensemos que hemos obrado bien a lo largo de nuestras vidas, todos somos o hemos sido como estos personajes: todos tenemos algo de herido, algo del asaltador, algo de los que pasan de largo y algo del buen samaritano.

Hay un punto importante y es que, en el relato de Jesucristo, las personas que pasaron de largo eran personas religiosas, esto nos dice que, aunque haya personas que presumen de tener una fe intacta en sus creencias no son fieles a lo que esa misma fe reclama. Francisco dice “La paradoja es que a veces, quienes dicen no creen, pueden vivir la voluntad de Dios mejor que los creyentes”. Este tipo de persona son los que silenciosamente o en secreto son aliados de ‘los salteadores del camino’.

Desde otro punto de vista, muchas veces hemos tomado el papel del hombre herido, nos hemos sentido desamparados y tirados al costado del camino por parte de personas cercanas, así como de instituciones que tienen más control. Sigue primando ser de las personas que pasan de largo, solo buscando el bien propio.

El sumo Pontífice propone recomenzar, ser parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Seamos buenos samaritanos, seamos parte del camino del bien.

“El samaritano del camino se fue sin esperar reconocimientos ni gratitudes. La entrega al servicio era la gran satisfacción frente a su Dios y a su vida, y por eso, un deber”.

Imagen tomada de: Vatican News

Imagen tomada de: Vatican News

Como hermanos nos esforzamos en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios por estar presentes para las personas que necesitan ayuda sin importar su origen. Proponemos cuidar, amar y acoger a todos sin esperar recompensa alguna, que todo salga del corazón y nuestra recompensa sea tener la fuerza para servirle a Dios y a nuestro prójimo.

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