En la primera parte de este capítulo, el Papa Francisco señalaba ciertos puntos que pueden ser decisivos al momento de querer convertirnos en un mundo fraterno. En esta segunda parte se refiere a problemáticas inadmisibles que nunca deberían haber existido en la historia.

La pandemia que vive el mundo dejó ver los conflictos que se viven y así mismo se empezó a valorar más la importancia de los seres humanos para avanzar, empezaron a aparecer temores que decían claramente que se debe hacer un cambio en el estilo de vida actual, en la forma cómo nos relacionamos y el sentido de nuestra existencia. Francisco bien lo dice:

“Nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad”.

La dignidad humana se ha visto tan pisoteada que siguen apareciendo casos de mujeres maltratadas, aun se ven formas de esclavitud y privación de la libertad, no se puede seguir admitiendo un mundo donde ya se normalizan hechos crueles como la trata de personas, el tráfico de órganos, entre otros. El Papa Francisco llama a todos a combatir esto:

“Las organizaciones criminales usan redes globales para lograr sus objetivos, la acción para derrotar a este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto y también global por parte de los diferentes agentes que conforman la sociedad”.

Por otra parte, el Santo Padre habla de los emigrantes que, dejando atrás su país, su cultura y sus raíces para encontrar una vida mejor, se enfrentan en su mayoría a situaciones difíciles como vivir discriminación, hambre, falta de empleo e incluso abusos y sufrimientos indescriptibles. Estas personas son recibidas con miradas juzgantes y miedos, no son considerados los suficientemente dignos para convivir en sociedad.

El Papa resalta que es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, pero entiende que ante los migrantes se sienta incertidumbre o temor, así mismo invita a no convertirnos en seres intolerantes y cerrados, ya que estas migraciones ayudan a crear un pueblo fecundo.

Finalizando el primer capítulo, el Sumo Pontífice se refiere a las tecnologías y su mal uso, estas han venido uniendo personas, pero también las ha alejado por medio del odio y la violencia que se ha provocado. Se corren verdaderos riesgos ya que esta comunicación digital expone a las personas, se divulga información falsa y se pierde el respeto por los demás, no hay pudor en las palabras que se puedan usar por medio de un dispositivo móvil o un ordenador.

“¡Qué bonito sería si al crecimiento de las innovaciones científicas y tecnológicas correspondiera también una equidad y una inclusión social cada vez mayores! ¡Qué bonito sería que a medida que descubrimos nuevos planetas lejanos, volviéramos a descubrir las necesidades del hermano o de la hermana en órbita alrededor de mí!”.

El uso de estas nuevas formas de comunicación ha demostrado esa querencia de hacer las cosas rápido, ya no se intenta escuchar a los demás de manera atenta, solo se busca responder y terminar de manera inmediata el diálogo sin profundizar y entender lo que la otra persona quiere decir. Toda información que se recibe por estos medios no es sabiduría ni conocimiento, solo se convierten en datos horizontales y acumulativos.

Es así como la encíclica social abre camino a vivir en esperanza, a pensar en los demás y no quedarnos en nosotros mismos, a valorar la vida y la dignidad humana y entender que todos necesitamos de todos, Francisco se refiere en una frase a las enseñanzas que nos ha dejado la pandemia:

“Nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes que, sin lugar a duda, escribieron los acontecimientos decisivos de nuestra historia compartida”.

La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios hace un llamado a volver a preocuparnos por las personas que nos rodean, a colaborar, a ser hospitalarios y no caer en la indiferencia por seguir beneficios propios. Sigamos reflexionando desde las posturas e ideas del Papa.

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